sábado, 12 de noviembre de 2011

Aquéllos árboles


Four trees. Monet.
 
 
una vez
cuando era chica
paramos entre Paraná y Santa Fe
paramos ahí con mis viejos y unos tíos
a almorzar mientras pescaban
con mediomundos y cosas así.
Había unos árboles altísimos ahí
había unos árboles altísimos
que se extendían plenos
en ramas desnudas y tersas
altísimas para mí.
Me trepé en ellas
me trepé en ellas
como alguien que no tiene más escapatoria
que subirse a los árboles
subir y subir
me temblaban los brazos
y transpiraban las manos
terriblemente
pero era una energía extraña
y atractiva
una dulzura ácida
estar sola ahí arriba
y subir.

ahora
cuando leo
cuando leo ciertas cosas
que me elevan
siento mis brazos temblar
y mi corazón latir tan fuerte
que todo se mueve a mi alrededor
con el ritmo de mi latido
y las manos me transpiran
y me siento como si estuviera
trepando
trepando
aquéllos árboles.




****



2 comentarios:

Daniel Quirós dijo...

Me identifiqué mucho con este poema, querida Carol. Recordé los árboles de mango, tan comunes en la provincia donde provengo, y mi fascinación por pasar horas del día encaramado en ellos durante mi niñez. Era mi pasatiempo principal y lo que me hacia experimentar mayor diversión. Ya adulto, cuando trepé alguno, no lo sentí tan alto y vertiginoso, y eso me llevó a pensar que los mismos lugares pueden ser otros completamente, percibidos a la luz de una etapa particular de la vida. Asimismo, las cosas que me motivan actualmente generan, en lo profundo, sensaciones afines a aquellas, sobre todo placidez y gratificación.

Un abrazo, ya no tan lejos,

Daniel

gabriela clavo y canela dijo...

un gusto leerte.

saludos cordiales

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